jueves, 7 de enero de 2010

Sus Hermanos, Jesus


Jesus, el mayor de los Lopez Rosal, nacido en 1922 en la ciudad de Cumana, estuvo casado con Candelaria† con la que tuvo un hijo de nombre Jesus Gonzalo†. Cuando lo conocí criaba gallos de pelea y pichones de paloma, trabajo tambien en una ferretería como vendedor. Jovial y mamador de gallo tenía la chispa y picardía propias del oriental venezolano. Ayudo mucho a mi padre quien se apoyaba en él y pedía sus consejos.

Siempre tenía historias que contar, algunas de la gente que se alzo contra Juan Vicente Gómez (alrededor de 1930) y que tenían como escenario las montañas cercanas a Cumanacoa, otras historias eran de sus salidas a pescar, actividad que practicaba por afición, en una ocasión (a mis 10 u 11 años) salí a pescar en el día con él y otros pescadores en el golfo de Cariaco justo frente a las costas de El Peñón, fue cuando conocí lo que era un palangre y como se ponía una carnada, en esa ocasión lo único que pesque fue una insolación y un mareo brutal que nos obligo a regresar, sin embargo, la nobleza que lo caracterizaba lo hizo darme todos los peces capturados para que llegara con ellos a donde mis padres, tíos, primos y hermanos que nos estaban esperando. Su hijo Jesus Gonzalo (quien fue bombero y me enseño algunos nudos con cuerda que ya olvide) me conto que una ocasión salieron a pescar por varios días (siendo él un niño) y que en la noche llegaban a playas desiertas y se enterraban en la arena para protegerse del frio.

Mi padre y mi tío Lorenzo me contaron que llego a tener cierta fortuna, la cual perdió entre las apuestas, los abogados inescrupulosos y las mujeres, Sí era muy mujeriego, en una ocasión me contó que había estado bebiendo “maraquitas” (licor de anís mezclado con soda) con una mujer, le echaron algo en la bebida, luego le habían hecho firmar unos papeles y le habian quitado unas propiedades. Papa me conto que en una ocasión lo acompaño en Caracas, a visitar una hija que había tenido fuera del matrimonio, lamentablemente el ya había olvidado los detalles o no quiso revelármelos.

Sobre los gallos, recuerdo que en una ocasión que estuve de vacaciones en Cumana, empecé a corretear un gallo (muchacho al fin), cuando se dio cuenta me llamo la atención de manera firme pero amable, me dijo “ese gallo que estas correteando es de pelea, lo traje de España y me costó 2000US$, si lo sigues asustando no va a ser un buen gallo, tiempo después y por varios años me estuvo recordando como ese gallo había perdido todas las peleas que había tenido. Lo veía cuidar sus gallos, alimentarlos y curar sus heridas, ciertamente era un gran aficionado. Otra de sus aficiones eran el beisbol y las peleas de boxeo, ambas las seguía con regularidad por la radio.

En una de esas vacaciones que pase con mis hermanos en su casa de Cumana, el estaba preparando una sopa (sancocho), cuando le pregunte que era me dijo “SAPO”, mis hermanos oyeron también, al momento de comer empujaron sus platos y dijeron que no iban a comer eso, yo por curiosidad y por no parecer “pendejo” ante sus ojos probé y me gusto y ante la cara de asombro de mis hermanos pedí un segundo plato, luego que termine nos aclaro “ese sancocho era de pez Sapo, no del Sapo que ustedes creían”. En otra ocasión, en un atardecer-principio de noche me dijo, “ves aquel pato que esta allá, lo agarras lo amarras por las patas así, lo cuelgas de esta rama del árbol, le agarras fuerte por el pico y cortas su cuello y lo dejas allí para que drene su sangre, ese será el almuerzo de mañana”, así lo hice, pero mi hermana que había escuchado la orden no ceso de rogarme que no lo hiciera y de pedirme por la vida del pobre pato, luego que termine, llorando y argumentando me siguió persiguiendo y dando la lata hasta que yo también llorando, le pedía perdón al pato cuyas gotas de sangre caían en el suelo del patio, luego que me recupere, entendí que lo que había hecho era un acto natural y nada cruel, procedí a arrimar la silla y disfrutar del sabroso pato guisado que prepararon en esa ocasión.

Luego que su esposa falleciera, paso a vivir con mi abuela Ana, las cataratas que enublecian su vista no le permitían ver bien, tanto que a veces no podía encender un cigarrillo, seguia contando siempre sus historias con la mirada lejana, perdida, como si quisiera regresar a esos momentos, partió 3 años después de mi abuela (1994), solo, pero en la tranquilidad de su cama, seguro estoy que ahora esta navegando, pescando, cuidando sus gallos y sonriendo.